– Una carretera que prometiendo conectar la capital con las playas de Puerto Escondido en menos de tres horas, se ha conviertido en escenario de tragedias y rencores ancestrales.
OAXACA. – Una carretera que prometiendo conectar la capital con las playas de Puerto Escondido en menos de tres horas, se ha conviertido en escenario de tragedias y rencores ancestrales.El 17 de noviembre de 2025, esa ilusión se hizo añicos en la #autopista Barranca Larga-Ventanilla: un autobús de ADO, la gigante del transporte fundada en 1939 y ahora rebrandeada como Mobility ADO, se estrelló contra un tráiler cargado de cemento, dejando tres vidas segadas —incluyendo una mujer de 54 años— y al menos diez heridos graves, según el saldo preliminar reportado por autoridades estatales y corroborado en tiempo real por periodistas en el lugar.
Lo que podría haber sido un lamento colectivo por las víctimas se transformó rápidamente en un torbellino digital: una avalancha de críticas en redes sociales contra ADO, acusada de negligencia y de invadir rutas locales con su flota moderna. Pero, ¿y si el verdadero choque no fue solo de metales, sino de mundos? Detrás de los hashtags de indignación (#AccidenteADO, #OaxacaTrágico), emergen voces que cuestionan no solo la seguridad vial, sino el derecho de una multinacional a reclamar territorio en una región donde el transporte ha sido, por décadas, un negocio de supervivencia familiar, no de balances corporativos.
La Hipocresía de los “Piratas”: ¿Quién Monopoliza Realmente la Costa Oaxaqueña?
En el ojo del huracán, transportistas locales como Villa del Pacífico, Delfines y, sobre todo, Villa Escondida —esa vagoneta que promete salidas cada 40 minutos por solo 650 pesos redondos, según su propia publicidad en Instagram y Facebook— han arremetido contra ADO, tildándola de “competencia desleal” y jurando “sacarla de Oaxaca”.
Liderados por figuras controvertidas como Lido Baños, un exmúsico convertido en empresario que, según denuncias circulantes, renta espacios en Villa Escondida a choferes novatos mediante esquemas que rozan el chantaje, estos actores locales operan en un limbo legal que ellos mismos critican en los demás. Que sepan la sociedad: Villa Escondida, bajo el mando de Lido Baños y en alianza con la rama de Felipe López, monopoliza la zona costera de Puerto Escondido, vetando con ferocidad cualquier intento de otros transportistas por instalar bases o puntos de venta en el centro de la ciudad. Como perros guardianes, se alían con Tránsito estatal para ahuyentar a “osados”, tal como se vio en protestas recientes donde Baños vociferaba contra “piratas” mientras sus unidades circulaban sin autorización plena en la autopista Barranca Larga-Ventanilla.
Esta irregularidad no es anécdota: antes de la autopista, imponían un “cacicazgo” en la federal Sola de Vega, bloqueando a competidores formales como Solteca o Estrella Roja.
Hoy, en la vía nueva, generan caos con sobrecargas y maniobras imprudentes, contribuyendo a un historial de accidentes que dejan a lesionados abandonados, sin el respaldo de seguros que ADO sí ofrece. ¿Calidad moral para atacar? La pregunta duele, porque revela un ecosistema donde la informalidad devora a los débiles, pero también donde la formalidad aplasta a los locales sin piedad.
Hacia un Transporte que no Sea un Campo Minado
Mirar este embrollo invita a una pausa incómoda: ¿es ADO la villana expansionista que ahoga economías locales, o el faro de profesionalismo en un mar de precariedad? La realidad, como siempre en Oaxaca —tierra de contrastes entre mezcal y miseria—, es un gris turbio. Protestas como las de abril de 2025, donde transportistas bloquearon la autopista exigiendo equidad y fueron detenidos por rechazar concesiones a ADO, no son mero oportunismo post-accidente; son ecos de un modelo fallido donde la Secretaría de Infraestructura ignora la transición justa hacia la modernidad.
Lido Baños y Chico Santos, con sus “modus vivendi” de renta y amenazas, encarnan lo peor de la informalidad: un ciclo de extorsión que atrapa a ilusos soñadores de independencia.
Pero culparlos solos es miope; ADO, con su presencia en América y Europa, podría invertir en alianzas, no en litigios. La reflexión urge: ¿cuántas vidas más se perderán en esta guerra de rutas antes de que el gobierno federal imponga reglas claras, como permisos compartidos o fondos para capacitar a vagoneteros? En Puerto Escondido, donde el sol besa playas de postal pero las sombras de monopolios ahogan el turismo, la sociedad merece más que vociferios: un transporte inclusivo, seguro y humano. De lo contrario, cada curva de Barranca Larga no será solo peligrosa, sino un recordatorio de que el progreso, sin justicia, es solo otro accidente esperando suceder.
Redacción