// "Tras el paso del huracán, el dinero ya no valía nada" - Panorama del Pacifico https://pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js?client=ca-pub-3929368393811174
panoramadelpacifico@gmail.com                          

David Cruz pasó casi una semana incomunicado y sin comida en la casa rentada en la que vivía con su hermana, cuñado y dos sobrinos en Cabo San Lucas tras el paso de ‘Odila’.Tras el paso del huracán, el dinero ya no valía nada
ALEJANDRA ARTEAGA
milenio.com
David Cruz entró por las puertas rotas de un Oxxo en Cabo San Lucas. Buscaba comida, pero los estantes ya estaban vacíos. La gente comenzó a robar centros comerciales porque tras el paso del huracán Odila, el dinero ya no valía nada.

“La gente con camionetas de medio millón de pesos ahí estaban también formados y metiéndose a los supers para agarrar comida. En ese momento, ya no había clases sociales, ya no había dinero y la gente se metía a saquear las tiendas”, dijo.

El huracán Odila lo había dejado con su hermana, cuñado y dos pequeños sobrinos sin nada que comer o beber. David pasó casi una semana incomunicado y sin comida en la casa rentada en la que vivía con ellos.

“La peor parte fue después de que pasó el huracán”, dice David, de 18 años. Los vecinos de Cabo San Lucas habían salido de sus casas para asaltar centros comerciales y tiendas en busca de comida y agua. “No había de otra”.

“Como nosotros no teníamos comida, yo y mi cuñado nos tuvimos que meter a los Oxxos que ya habían abierto, la misma gente abrió los supers, rompió ventanas para meterse, para poder sacar agua y comida”, dijo.

“La misma gente abrió los supers, rompió ventanas para meterse, para poder sacar agua y comida”

Para el martes en la tarde, los cinco supermercados que se encuentran en Cabo San Lucas ya estaban completamente vacíos. Esa noche, la desesperación llevó a algunos habitantes a meterse a las casas de sus vecinos en busca de víveres.

El miércoles “la gente que no alcanzó a meterse a los supers comenzó a meterse a las casas, ahí fue cuando la paranoia creció más y más, hasta el grado que hubo un toque de queda. Los vecinos salieron a sus esquinas para poner barricadas, salían con machetes, palas y rifles”, contó.

Según David los militares que había en las calles resguardaban lo que quedaba de las tiendas y comercios, pero no se metían con las personas que robaban “decían que no podían hacer nada porque no había suficientes patrullas ni policías”,

En la colonia Hojazen, donde vivía David, Odila sólo tumbó bardas y palmeras, pero la ciudad estaba sumido en el miedo y la paranoia.

“Era impresionante pasar por una calle super concurrida y ver autos en doble fila, calles tapadas, porque la gente se estaba metiendo a los supers. Y la policía lo único que hacía era ver cómo estaban llevándose las cosas porque no se daban abasto. Mucha gente se quedó sin comida”, dijo David.

“Y la policía lo único que hacía era ver cómo estaban llevándose las cosas porque no se daban abasto”

Para alimentar a sus sobrinos y hermana, David y su cuñado lograron conseguir algunas bolsitas de papas fritas y galletas y, después de recorrer la ciudad en busca de alimento, encontraron agua y comida empaquetada en una bodega.

Ante la desesperación, la gente comenzó a intercambiar víveres: tres botellas de leche por una de agua o un kilo de frijoles.

En medio del caos, el dueño de la casa rentada le pidió a la familia de David que se salieran porque el huracán había destrozado su actual vivienda. Como pudieron, rentaron una camioneta el miércoles y movieron todas sus cosas, con temor a la rapiña, para trasladarse a otra casa en San José del Cabo.

“En plena paranoia nos tuvimos que cambiar de casa. Eso fue preocupante, porque ver una camioneta cargada con comida era peligroso y tenías que protegerte”, explica el joven.

Esa noche la pasaron en la nueva casa rentada, pero en la mañana su hermana le pidió a David que se llevara a sus dos hijos a Cuernavaca, en Morelos, para apartarlos del clima de violencia en Baja California Sur.

El jueves, David y sus dos sobrinos llegaron al aeropuerto de San José del Cabo para formarse en la larguísima fila a la orilla de la carretera para la espera un vuelo. Pasaron diez horas en la fila. Finalmente David voló con sus sobrinos a la Ciudad de México, en donde fueron recibidos por su hermana Adriana, que se los llevó a Cuernavaca.

“Mis sobrinos se van a quedar aquí un tiempo a esperar que regrese la luz, las comunicaciones, el agua y la comida. Yo no tengo planes de regresar”, dijo.

print